jueves, 5 de julio de 2012

huellas muy palpables…


Los movimientos sociales construyen una huella social, para sí mismos y para otros caminantes en el hacer político. Las huellas del 15M son hoy ya muy palpables... este movimiento ha tejido una red de ágoras que mantiene y mueve a su favor la credibilidad y legitimidad de su protesta. Un año de caminar da para pensar y observar fortalezas y limitaciones de este espacio de movilización, hacia dentro y hacia fuera. En su interior, las dinámicas de participación y de interacción que el 15M ha puesto en marcha, si bien exitosas en la creación de escuelas políticas en la calle, se adaptan a las necesidades y voluntades individuales, tejen redes porosas, pero no garantizan o se comprometen a convertir dicha agregación en un espacio de solidaridad de largo plazo, con proyectos abiertos pero orientadores para el resto de la ciudadanía. El 15M funciona, por ahora, y dada su novedad sería un exceso histórico no aguardar a su futuro para valorar este fenómeno, más como espacio de movilización que produce bienes políticos –“ágoras” físicas y virtuales, grupos de trabajo, discursos sobre democracias emergentes, prácticas de desobediencia, motivaciones para la acción colectiva– que como una alternativa política construida desde lo político –lo próximo, lo sentido, más simbólico y cotidiano–. Hacia fuera, el 15M es en sí mismo una marea que sería, a su vez, antesala de nuevas mareas de protestas y de ágoras… está sembrado de dudas. Sin embargo, aún son tenues las respuestas cooperativistas de protagonismo social en terrenos económicos, energéticos, alimentarios, cuidados, entre otras patas, y que haría que la protesta se asentase en unas bases vitales que, a su vez, profundizarían en el avance de la dinámica de radicalizar la democracia. El 15M está levantando cuestionamientos de la representación política moderna, acrítica y alejada, que ponen a los partidos y sindicatos tradicionales en el ojo del huracán. Y es que el 15M anuncia nuevos sujetos políticos. Forma parte de la estela de nuevos movimientos globales –globales en su interés de problematizar holísticamente nuestro hábitat ambiental, político y de satisfacción de necesidades básicas– que se apoyan en expresiones de democracia radical –desde abajo, con énfasis en la autogestión– para construir sus nuevos mundos… vemos emerger experiencias que combinan –o tratan de combinar– apuestas institucionales con procesos de base, asamblearias, de fuerte desidentificación en forma de líderes o proyectos cerrados y con ganas de trabajar desde la diversidad y a partir de luchas concretas. Otras democracias –emergentes– están en marcha. Y todos esos sujetos podrían llevar a colocar en el centro de nuestras prácticas políticas: el protagonismo, la cooperación social y la relocalización de herramientas –agentes, sistemas– para atender nuestras necesidades básicas.
Fuente: diagonal
Imagen: El periscopio

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