domingo, 21 de julio de 2013

libres de por sí...


Mira inquisitivamente con unos ojos negros que reflejan el principio de todas las cosas. Puede pasar horas bailando descalza, sin parar… Vive con su familia a orillas del río Ródano, en una fábrica abandonada de la localidad francesa de Arlés. Sólo tiene ocho años, pero ya ha vivido cuatro expulsiones violentas que recuerda como indeseables fotogramas en blanco y negro. “Estaba durmiendo. Hacía frío. De repente, escuché un estallido y la puerta se abrió de golpe. Gritos. Dos gendarmes. Uno de los gendarmes puso un arma en mi cabeza. Hicieron lo mismo con mi madre, que sostenía en brazos a mi hermano de 2 años. ¡Afuera! Más gritos. Ni siquiera pudimos recoger nuestras cosas. Estábamos en la calle. Hacía mucho frío”. Alicia plasmó algunos episodios de las expulsiones en una carta que redactó en perfecto francés para su amiga Esmeralda Romanez, una activista de reconocimiento internacional comprometida con los derechos de las mujeres gitanas. A pesar de la diferencia de edad — más de cinco décadas — entre Esmeralda y Alicia se ha forjado una amistad legítima. Esmeralda también vive en Arlés, sigue de cerca los pasos de la niña, ella logrará grandes cosas, es el futuro. Tendrá aspiraciones propias y querrá explorar el mundo que hay fuera de las paredes de su casa. Es una niña muy lista, si un día se casa será con el hombre que ella elija. Será una mujer independiente y luchadora. Será lo que ella quiera ser. A veces van juntas al supermercado, Esmeralda con su imponente presencia de matrona protectora y Alicia con su risa de cascabel y su ligereza de pluma. La niña no para de parlotear de mil cosas. Empieza a compartir sus impresiones sobre algo que ve. Se fija en todo. Cambia de tercio y vuelve a hablar de cosas suyas. Lleva en sus pies una urgencia que solo se sosiega cuando baila y posee una chispa enigmática que conquista con facilidad. Alicia serpentea los pasillos del supermercado con un dominio que no deja de sorprender a Esmeralda. Sabe dónde encontrar los productos que compra su madre y conoce de memoria los precios que están al alcance del presupuesto familiar. La madre cuida de los niños, de su marido y de la casa. El padre se gana la vida tocando en la calle. A veces lo contratan para actuar en un bar o para dar clases particulares de acordeón a extranjeros y a niños. Sus hermanos viven atemorizados, sienten pánico cuando escuchan el sonido de un coche o cuando ven a los gendarmes merodeando por el barrio. Intuyen que algo malo puede pasar y corren a esconderse. Alicia reacciona con rebeldía, se muestra desafiante, es valiente y contestataria, pero hay una cosa que no entiende, y se lo pregunta a Esmeralda, a sus padres, se lo pregunta a sí misma: ¿Por qué no nos quieren?... Puede ser que se repita la historia, que tengan que salir de madrugada con lo puesto y que no les quedé otra opción que emprender la búsqueda de un lugar que los cobije. Puede ser que, una vez más, aquello que garantiza la seguridad de unos se convierta en el desasosiego de otros. Alicia ha tenido la oportunidad de aprender el significado de la palabra libertad en el idioma francés. El director de cine francoargelino de ascendencia gitana, Tony Gatlif, asegura que no existe ninguna palabra en la lengua gitana para nombrar este estado. Dice que los gitanos no emplean esta palabra porque lo de ser libres les viene dado, son libres de por sí. 
Sorayda Peguero Isaac
Imagen: Jordi Oliver