sábado, 1 de noviembre de 2014

todos los sueños del mundo...



No soy nada.
Nunca seré nada.
No puedo querer ser nada.
Aparte de eso, tengo en mí todos los sueños del
mundo.

Ventanas de mi cuarto,
De mi cuarto de uno de los millones del mundo
que nadie sabe quién es
(Y si supieses quién es, ¿qué sabrían?),
Dais hacia el misterio de una calle cruzada
constantemente por gente,
Hacia una calle inaccesible a todos los pensamientos,
Real, imposiblemente real, cierta, desconocidamente
cierta,
Con el misterio de las cosas debajo de las piedras
y de los seres,
Con la muerte poniendo humedad en las paredes y
cabellos blancos en los hombres,
Con el Destino conduciendo la carroza de todo por
el camino de nada.

Estoy vencido hoy, como si supiese la verdad.
Estoy lúcido hoy, como si estuviese por morir,
Y no tuviese más hermandad con las cosas
Que una despedida, volviéndose esta casa y este
lado de la calle.
La hilera de carruajes de un convoy, y un silbato
de partida
Dentro de mi cabeza,
Y una sacudida de mis nervios y un crujir de huesos
al salir.

Estoy perplejo hoy, como quien pensó y halló y
olvidó.
Estoy dividido hoy entre la lealtad que debo
A la Tabaquería del otro lado de la calle, como
cosa real por fuera,
Y a la sensación de que todo es sueño, como cosa
real por dentro.