miércoles, 7 de mayo de 2014

el mundo por montera de manuela...


Padre soy de cuatro libros con éste,
de decenas de canciones ajadas,
de la frustración de un sueño de hadas,
del verso forzadamente agreste,

de una patria sin frontera ni hueste,
de las noches en lid con la almohada,
de las ojeras de la madrugada
y de un pasado de lo que me reste.

Mis besos han adquirido un regusto
peregrino a la miel de la vida,
de horas continuas en duermevela.

La herencia que va a dejar mi busto
es el arca de mi causa perdida
y el mundo por montera de Manuela.

Imagen: raitana_mora

martes, 6 de mayo de 2014

las voces del pamano…


El roce apenas se oyó. Fue como una caricia en la puerta. Se abrió silenciosamente, una mano enguantada retuvo el pomo por dentro para evitar el ruido y volvió a cerrarse con un suspiro inaudible. Una sombra se movía entre las sombras de la casa. Los ojos de Yuri, acostumbrados a la noche, la siguieron en silencio. El recién llegado entró en el estudio. La persiana estaba subida y maldijo de todo. Al otro lado del cristal, la nieve que había dejado un inesperado frente de aire polar enfriaba el paisaje como si fuera una tumba y redoblaba el silencio del panorama nocturno. No se oía ni el rumor del río. Prefirió no bajar la persiana, porque nadie, bajo ningún concepto, debería saber jamás que había entrado en esa casa esa noche.  Con un suspiro de fastidio, el recién llegado se sentó al ordenador, dejó la cartera en el suelo, al lado de la silla, y encendió el aparato… Yuri había seguido al intruso silenciosamente hasta el estudio y, más silencioso aún, lo observaba desde la puerta. El destello azulado de la pantalla llenó la estancia y el recién llegado deseó que la tenue y fría claridad no alcanzara la calle solitaria ni las otras habitaciones de la casa. Un post-it pegado a untado de la pantalla decía: “¡Buenos días! La comida está en el armario de encima de la nevera. ¡Gracias por todo!”. Sacó una caja de disquetes del bolsillo de la parca y, armado de paciencia, empezó a copiar archivos […] Encendió la linterna y la sujetó con la boca para tener las manos libres. Fue muy fácil vaciar las tres carpetas del archivador de la mesa que le interesaban. Eran papeles, fotografías y carpetas de informes. Lo guardó todo en la cartera y cerró el archivador… Antes de marcharse se le ocurrió mirar en todos los cajones, por si acaso. Papeles en blanco, libretas, cuadernos escolares. Y una caja. Al abrirla, el sudor le inundó la frente de golpe. Le pareció oír un suspiro de pena en el extremo opuesto de la vivienda. Cerró la puerta de la casa sabiendo que no dejaba rastro alguno de su paso, que había tardado poco más de quince minutos en hacer su trabajo y que, cuando más lejos le sorprendiera la aurora, tanto mejor. No bien se quedó solo, Yuri entró en el oscuro estudio. Parecía que todo estaba como siempre, pero él tenía una angustia por dentro, una insólita sensación de no haber estado a la altura de las circunstancias.