lunes, 4 de noviembre de 2019

como una cascada…


Atravesé rosadas membranas. Entré como una cascada ámbar en el cuerpo de Lavinia. Vi pasar sobre mí la campanita del paladar antes de descender por un oscuro y estrecho túnel a la fragua del estómago. Ahora nado en su sangre. Recorro este ancho espacio corpóreo. Se escucha el corazón como eco en una cueva subterránea. Todo aquí se mueve rítmicamente: espiraciones y aspiraciones. Cuando aspira, las paredes se distienden. Puedo ver las venas delicadas semejando el trazo de un manojo de largas flechas lanzadas al espacio. Cuando espira, las paredes se cierran y oscurecen. [] Lavinia guarda grandes espacios de silencio. Su mente tiene amplias regiones dormidas. Me sumergí en su presente y pude sentir visiones de su pasado. Cafetos, volcanes humeantes, manantiales, envueltos en la densa bruma de la nostalgia. Trata de entenderse a sí misma. Es complejo este surtidor de ecos y proyecciones.

en “La mujer habitada”