miércoles, 22 de enero de 2014

corazones que laten...


Por encima del tiempo y el espacio;
por encima de estructuras, intereses y sistemas,
en la raíz del hombre y de lo humano,

cuando menos se espera,
o tal vez,
cuando uno empieza a sentir
el cansancio de la espera,
surge el SILENCIO.
Y en el silencio hoy de nuevo, la ESPERANZA,
y el sueño, y la fe, y la UTOPÍA.
Y en el silencio la visión conmovedora
de una puerta,
una sólida y desafiante puerta, cerrada desde siglos,
que cobra ligereza en su apertura;
y con ella mil puertas que se abren,
¡todas las puertas!
de palacios y chavolas,
de cárceles, manicomios y vecinos,
la puerta del amigo y también del enemigo,
tu puerta y mi puerta,
todas nuestras puertas:
corazones que laten, que palpitan.

¡Ay!
¡si estuvieran abiertas todas las puertas!...

lunes, 13 de enero de 2014

un lugar para disfrutar de la vida…


Llegué al mundo a primera hora de la mañana del 2 de abril de 1974. Sobre las 7:40 de aquel lluvioso día saqué mi cabeza y resto del cuerpo al mundo, pesando cinco kilos. El detalle me lo relató mi madre hace ya muchos años. Se ve que a pesar de disfrutar de los fogones familiares y del tapeo, dejé mi tendencia a engordar en el útero materno, porque han pasado ya casi cuarenta años de aquel episodio y pesaré unos setenta kilos. Creo que la práctica deportiva variada y los juegos de calle, más mi costumbre a andar por los pueblos y ciudades de España desde mi niñez han contribuido a ello. Mi niñez fue linda, básicamente porque me sentía querido por las personas que me rodeaban y nunca faltaron los recursos básicos para vivir con tranquilidad con el esfuerzo y el espíritu de hormigas de mis mayores. Eso explica que valore el trabajo ajeno y propio siempre que sea vocacional; el otro también, pero no cuenten conmigo si no me dedico a aquello que me gusta y libremente elegí. La cordura llegó con el apoyo materno, y di el salto a Madrid, urbe a la que llamo desde entonces mi segunda ciudad. Allí me encontré con una serie de amigos y maestros a los que sigo llevando conmigo en mi maleta vital. Con ellos aprendí a amar nuestra profesión, el respeto a informar bien documentados, y a no tragar carros y carretas. Como éramos culos inquietos, nos buscamos nuestras prácticas aquí y allá, y nunca nos faltó un periódico donde escribir, unos estudios de radio donde montar un programa o incluso de hacer de improvisados actores en la televisión. Pero tras aquel lustro maravilloso, los maestros y amigos continuaron, la vocación ya se había expandido, y ahora quería completarla con la de investigador social, profesor y escritor. Así que de la mano del bueno de Fernando Velasco llegué a la Ortega, a la casa de aquel pensador que con 19 años y de la mano de su discípulo y amigo Julián Marías contribuyeron a cambiar mi vida. Y comencé a disfrutar del mundo editorial… A día de hoy solo me faltan tres regiones de España por conocer, y he llegado hasta San Petersburgo, y en cualquier rincón del globo he hallado alguien interesante a quien escuchar y conocer. 
Imagen: Pedro Rodríguez Expósito

domingo, 12 de enero de 2014

la blancura de la ballena...


Releo Moby Dick. Persigo la ballena
en los mares de este Madrid que sufre
la tormenta del siglo. No hay arpones
capaces de alcanzarla y de vencerla.

Inútil es la caza del leviatán en esta
hora de la desolación y de la muerte.
Ahab viaja a mi lado. Y su locura
me arrastra hasta el abismo de tus ojos.

Me ciega la blancura de la ballena blanca,
el afán de encontrarme con la bestia.
De volver a vivir en el Pequod soñado
de tu cuerpo de espuma y de navegaciones.

Lo mismo que Ismael, pacientemente,
oteo el horizonte y te busco en los mares
de las calles cercanas cuando tu boca era
el naufragio de todos mis gloriosos fracasos.

Y muero por gritar: “mirad: por allí sopla”.

Imagen: Manuel Cuesta

jueves, 2 de enero de 2014

en el pelo se me enredan…

Vivo en una isla que surgió del mar. Durante muchos, muchos siglos, se fue formando poco  a poco gracias a explosiones volcánicas que brotaban rugientes de la mar salada. Por eso mi isla está llena de música y montañas. ¡Hay tantas cosas que me gustan en mi isla, que un viaje espacial de ida y vuelta a la luna no me bastaría para enumerar  cada una de sus maravillas! Bueno, supongo que me gusta tanto porque nací y crecí, y aquí tengo mis amigos, y aprendo muchas cosas en ella, en mi isla. Sí. Yo creo que es por eso que me gusta tanto. Si pienso en lo que más me gusta, así, sin dudar y rápidamente, puedo asegurar que me encantan sus sonidos. Y de esos sonidos, hoy mi nueva profesora nos quiso hablar, y por eso esta tarde me he puesto a pensar. Mis padres tienen su hogar en la medianía de la isla. Y quien no conozca a mi amiga Medianía se preguntará de quién estoy hablando. Y, a ver, ¿cómo la describo? Medianía es… bueno, no está cerca del mar pero tampoco está en las faldas de la montaña más alta. Está aquí, a la mitad de la altura más alta de la isla, desde donde el mar se ve allá abajo a lo lejos y el Teide se ve allá arriba tan pequeñito que a veces me parece poder atraparlo entre mis manos. El Teide es la montaña más alta de mi isla, y siempre la llamaron así, Teide. También entre tanto mar y tantas montañas, viaja, volando como le place, mi amigo más querido, Alisio; el viento y el viejo alisio. Con su juego de empujar el aire, Alisio siempre está cantándome melodías: a mí me recuerdan a los barcos piratas que venían del norte y del este, aunque mi madre dice que tengo mucha imaginación; será por los libros que leo. Cuando lo echo de menos, salgo a buscarlo, y, antes de que lo llame, viene silbando canciones jubilosas que en el pelo se me enredan…

Fuente: Aula25

miércoles, 1 de enero de 2014

nunca ha parado al río…


Algunos dicen que somos locos
Porque soñamos siempre lo mismo
Palabras necias, oídos sordos
Más vale locos que mal nacidos

Que bla bla bla que la rumba es larga
  Que bla bla bla que no somos niños
Que bla bla bla que no tiren tanto
Que bla bla bla que se corta el hilo

El lobo viste piel de cordero
Pero la marca está en el orillo
Los espejitos están gastados
Y ya no sirven para estos indios

Y mientras tanto pasa el que sigue
Pero el que sigue dice lo mismo
Nosotros vamos a contra pena
A contra golpe, a contra olvido

Y sin embargo aquí seguimos
A contramano, a pala y pico
Que abrir las puertas y las ventanas
Ha sido siempre nuestro destino

La lumbre eterna de la esperanza
Mueve tus pasos, mueve los míos
Pueblo que avanza no se detiene
El muro nunca ha parado al río