lunes, 20 de febrero de 2012

vencer las trampas...


Volvés a sentir el calorcito
 en la yema de los dedos,
la cosquilla de escribir en el estómago
 y sos de nuevo
poeta, mujer, pájara. 
Estás otra vez fértil y tierrosa
llenas de fuego líquido las venas 
que creías apagadas
como ríos mansos.
Te alegrás en el júbilo de tu despertar 
con trinos y malinches.
En el fondo es como sentir 
que volviste a nacer, a pesar de
todas las trampas de la mediocridad 
y del exilio.

Imagen: taringa 

miércoles, 15 de febrero de 2012

motivo de ilusión…

Con el ojo detrás de la cámara centró el objetivo en aquellos libros escolares desparramados por el patio. Su filmación tenía que recoger el funcionamiento del sistema educativo que el Movimiento de las y los trabajadores Sin Tierra (MST) del Brasil desarrolla en los asentamientos y campamentos donde habitan. ―Millones de personas ―explica Agustí― han salido de la pobreza gracias a la doble estrategia de este movimiento: ocupar y hacer productivas tierras del latifundio y la agroindustria junto con una educación centrada en los valores del compromiso y la justicia social.
Con el zoom atrae los rostros de las niñas y niños que en corro rodean a los libros tomadores de Sol. La maestra, percatándose que el visitante nada entendía se acerca y le susurra ―antes de entrar a las aulas dejamos que los libros se impregnen de la sabiduría de la tierra.
Ya dentro del aula, en la clase de los más menudos, Agustí filma cómo aprenden a leer sus primeras sílabas, a conocer las primeras palabras. Toman una palabra sencilla, de dos sílabas, que cantan y repiten como si la estuvieran conjugando. «Lu-ta; lu-ta; lu-ta» se oye como el repicar de un campanario. Y ya para siempre comprenderán que la lucha (lu-ta) es motivo de ilusión. Es un canto a la vida.
Se puso medio malo el compañero de Agustí, y se preguntaron dónde podrían atenderlo en aquel campamento rural. ―Ir donde Grace, ella es la farmacéutica.
La casa de madera indicada es exactamente igual que el resto de las casas; se hicieron entre todas y todos después de cuatro años viviendo en lo que era un asentamiento provisional. Ya no son de plástico negro los techos y las paredes. La batalla legal por aquellas tierras había sido ganada. Se dictaminó que serían tierras estatales en usufructo para el MST. Detrás de la planta baja de la casa de Grace aparecía, como por sorpresa, un pequeño huerto con un sinfín de plantas y flores verdes y amarillas, creciendo en macetas y rocallas. En la farmacia de Grace no se venden ni cápsulas ni patentes, su vademécum se cosecha.
Al dejar a Agustí cortando y pegando escenas para su documental pensé en qué cosa rara es el MST. En realidad un Ministerio de Reparaciones. Sin cartera, sólo con voluntad.
Imagen: Diagonal

lunes, 6 de febrero de 2012

personas comunes...

Una de las particularidades de los nuevos movimientos que han tomado cuerpo en el último año es la emergencia de una voluntad multitudinaria de politización de la existencia marcada por el protagonismo anónimo de las personas comunes. La toma colectiva de plazas y espacios públicos ha constituido para miles de personas su primer acercamiento a la acción política, al mismo tiempo que ha explicitado su decidido incorformismo frente a los patrones tradicionales de la representación política y de las mediaciones, así como su deseo de una organización realmente democrática de la vida social. La nueva insurgencia ha encontrado en las personas comunes y en las redes informales uno de sus motores fundamentales. Las experiencias en Occupy Wall Street o en el 15M nos han subrayado que las denominadas “personas sin atributos” son, paradójicamente, las que han aportado a los movimientos los atributos más potentes: creatividad e imaginación. Esas personas nos han enseñado que la sociabilidad producida en Liberty Plaza o en la Puerta del Sol no sólo era de por sí directamente política, sino que la política a la que daba lugar no nos requería de especialización alguna ni nos exigía de capacidades diferentes a las que ponemos en juego en el día a día de nuestra vida. Occupy Wall Street y el 15M han crecido sobre todo en torno a una composición social cuyo hacer productivo cotidiano consiste básicamente en la comunicación, el lenguaje, la producción de subjetividad y de relaciones o los cuidados: exactamente el mismo tejido de actividades que ha compuesto la acción en las plazas. El carácter constituyente y la radicalidad democrática de las plazas no se han inyectado a través del discurso ni se han extraído de corpus ideológico alguno: han emanado directamente de la propia sociabilidad, de las personas, del estar juntos. Un verdadero ejercicio multitudinario de reapropiación de nuestras fuerzas productivas. Ha sido precisamente ese estar juntos el que ha colocado la categoría de amistad en el centro de los nuevos movimientos. Jacques Rancière lo decía hace poco: “la verdadera ruptura es dejar de vivir en el campo del enemigo”. Sin embargo, los actuales movimientos también están sirviendo para comprobar hasta qué punto los activistas clásicos tenemos una notable dificultad para desaprender la centralidad de la enemistad: nos sentimos más a gusto en la confrontación dialéctica que en el desborde creativo, que diría Tomás R. Villasante. Lejos de dejarnos llevar por la fuerza del anonimato hasta desaparecer en el común de las personas, tendemos a reafirmarnos como diferencia, imponiendo nuestros ritmos, nuestras abstracciones ideológicas y nuestros corsés identitarios: cuando el estar juntos se torna activismo suele desconectarse de la vida cotidiana y se aleja de los problemas concretos que nos llevaron a las plazas. De nada sirve nuestra preocupación actual por construir políticas del común sino somos capaces de hacer de la propia política el más común de todos los bienes: participable por todos y todas. 
Fuente: Rebelión
Imagen: laciudadviva