sábado, 21 de julio de 2012

convertir espadas en arados…


Hace setenta y cinco años la ciudad española de Guernica fue bombardeada y quedó reducida a escombros. El ataque contra Guernica fue la primera vez en la historia europea que una ciudad civil fue destruida por completo mediante un bombardeo aéreo. Si bien las casas y las tiendas fueron destruidas, varias fábricas de armas, un puente de importancia clave y las líneas ferroviarias quedaron intactos. Activo y lúcido a los 89 años de edad, Luis Iriondo Aurtenetxea se sentó junto a mí en la oficina de la organización Gernika Gogoratuz, que en vasco significa “Recordar a Guernica”. Cuando Guernica fue bombardeada Luis tenía 14 años y trabajaba como asistente en un banco local.  "El bombardeo seguía y seguía... Cuando terminó, salí del refugio y todo el pueblo estaba ardiendo, todo era fuego”. Luis y su familia fueron refugiados de guerra durante muchos años y finalmente regresaron a Guernica donde Luis vive y trabaja como pintor. A unas cuadras del estudio de Luis se encuentra una de las fábricas de armas que se salvó de la destrucción: una planta donde se fabricaban armas químicas y pistolas, denominado edificio Astra. Hace algunos años, un grupo de jóvenes ocupó la planta abandonada para exigir que fuera transformada en un centro cultural. Oier Plaza es un joven activista de Guernica. De pie junto a la planta, me dijo: “En un principio, la policía nos expulsó, pero la volvimos a ocupar. Finalmente, la alcaldía compró el edificio, luego comenzamos este proceso de recuperar el edificio para crear el proyecto Astra”. El objetivo del proyecto Astra es convertir esta fábrica de armas en un centro cultural donde se dicten cursos de arte, video y medios audiovisuales en general. “Creo que debemos mirar el pasado para poder comprender el presente, y si entendemos el presente podremos crear un futuro mejor. Y creo que Astra es parte de ese proceso: forma parte del pasado, del presente y del futuro de esta ciudad”. Desde el “Guernica” de Picasso al autoretrato de Luis Iriondo Aurtenetxa junto a su madre, pasando por la iniciativa de Oier Plaza y sus jóvenes amigos, el poder del arte de convertir espadas en arados y de resistir a la guerra se renueva constantemente.
Fuente: Democracy Now

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