jueves, 28 de junio de 2012

la gente que protesta...

¿Qué ocurre con una democracia desgastada por completo cuando se le ha vaciado de contenido hasta hacerla hueca? Arundhati Roy

Lo distinto de la tiranía global de hoy es que no tiene rostro. Sus maniobras varían según cada continente y sus maneras se modifican de acuerdo a la historia local, pero su tendencia panorámica es la misma: una circularidad. La división entre los pobres y los relativamente ricos se convierte en un abismo. Las restricciones y las recomendaciones tradicionales se vuelven añicos. El consumismo consume todo cuestionamiento. El pasado se vuelve obsoleto. En lo económico, junto con la riqueza el sistema produce más y más pobreza, más y más familias sin techo, mientras que simultáneamente promueve en lo político ideologías que articulan y justifican la exclusión y la eventual eliminación de las hordas de los nuevos pobres. Escribimos, confesó alguna vez, en los resquicios de muros que alguna vez tuvieron ventanas. Y la gente que todavía tiene ventanas, a veces no puede entender. Vayamos al lugar de los hechos, observemos, investiguemos, informemos, reescribamos, escribamos una versión final; se publica, nos volvemos escritores controversiales, con frecuencia amenazados, pero también apoyados, que escribimos de la suerte de millones de personas, mujeres, hombres, niños; se nos acusa de arrogancia, seguimos escribiendo, develamos y detallamos más proyectos de los poderosos que conducen a tragedias más inmensas y evitables; hacemos notas, cruzamos y recruzamos el continente, somos testigos de la desesperación evidente, continuamos publicando, debaten con nosotros una y otra y otra vez, mes tras mes, y los meses se convierten en años. Y no obstante lo que advertimos y contra lo que protestamos sigue incesante sin que nadie le ponga freno. Continúa irresistible. Continúa como si estuviera envuelto por un silencio permisivo nunca roto. Continúa como si nadie nunca hubiera escrito una sola palabra. Entonces nos preguntamos: ¿cuentan las palabras? Toda profunda manifestación política es un llamado a una justicia ausente, y la acompaña una esperanza de que en el futuro tal justicia quede establecida. Sin embargo, la esperanza no es la razón primera de que se efectúe la manifestación. La gente protesta porque no hacerlo es demasiado humillante, demasiado aplastante, demasiado letal. La gente protesta con el fin de salvar el momento presente, sin importar lo que traiga el futuro. Protestar es negarnos a ser reducidos a cero y a que se nos imponga el silencio. Por tanto, en cada momento que alguien hace una protesta, por hacerla, se logra una pequeña victoria. En una historia la negativa de quienes protestan se vuelve un grito salvaje, la rabia, el humor, la iluminación de las mujeres, hombres y niños.
Fuente: La haine

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