Los latidos más hondos de nuestra
historia reciente se entretejieron al ritmo de canciones y al compás de
palabras y de músicas del alma; latidos de canciones al alba sobrevolando los ríos de Albanta; latidos a la
luz de los cantares en campos
de amores brasa viva en áspera
meseta; latidos de valientes y apasionados gallos rojos cantores y de imprudentes palomas de la paz a contratiempo
galopar de proverbios y
cantares, a la flor del viento–;
latidos de esperadas lluvias a
cántaros entre amapolas y
espigas aguas de abril, flores de jara y la rosa azul de Alejandría; baladas de otoño, conversando con la noche y
con el viento cantares, pequeñas cosas, palabras de amor y un pueblo blanco; latidos de barredores de tristezas, de unicornios azules y reparadores de sueños claros sentimientos
en cuerpos de ola; latidos
sabios del viejo Siset, canciones de
amor a la libertad y campanadas
a muerte ¡no empobrezcas los sueños!; tonadas de siega, danzas de la primavera,
estrofas al viento y la primera
nota de una marcha; latidos como
una fuente que mana, a toda vela, poco a poco, una tarde cualquiera cantares de
tierra adentro, una petenera de
la mar y una rosa de fuego;
latidos de una vida llena desde una
vida vacía en interminables
noches de impotencia; y toda la
añoranza del mañana ¿quién me ha robado el mes de abril?; latidos navegando la noche de la mano del aire..., y
mientras llega la hora, el corazón tendido al sol: siempre hay tiempo para la
ternura y tenemos mil razones
para soñar despiertos.
Imagen: lluvia y finales felices
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