Anticiparon, antes que nadie, la serie de
crisis que se han venido sucediendo y la destrucción que traerían
consigo en las clases políticas, en el país mismo, en el tejido social…
Abrieron con vigor y lucidez opciones de cambio, sin dogmatismos ni
imposiciones. El nuevo llamado del Ejército
Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) necesita ser escuchado por
cuantos intentan, desde abajo, resistir el horror dominante y crear otra
posibilidad. Ojalá lo puedan escuchar hasta aquellos que abrigan aún la
fantasía de que podría bastar un golpe de urna para remediarlo todo, quienes
sólo pueden pensar y organizarse dentro del marco de los partidos y las
instituciones y aún creen que el anticapitalismo es una mala palabra. Pero
mientras resulta inevitable escuchar el
estrépito del derrumbe del mundo que muere, entre otras cosas porque el
ruido abarca todo y se padece cotidianamente en carne propia, no pasa lo mismo
con el estruendo del mundo que resurge. Para
escucharlo se necesitan otras orejas. No estamos ante una variante más
de lo que conocemos. No es otra vuelta de tuerca, un recodo más de un camino
conocido. Es una novedad radical. Sus profundas raíces en el pasado no se
dedican a reproducirlo o a realizar, aún peor, el intento imposible de regresar
a él. Es otra cosa. Sólo así, desde la disciplina orgánica, la que se teje
desde abajo por la propia voluntad, es posible plantearse la eliminación del poder y la autoridad coercitivos, la
condición en que se usa la posición jerárquica para imponer una acción… Como
dijeron hace tiempo Chomsky, Wallerstein, González Casanova y muchos más, la iniciativa política de los zapatistas es la más radical del mundo y
probablemente la más importante. Lo fue ayer, aquella noche del primero
de enero de 1994, que detonó una ola de movimientos antisistémicos en el mundo
entero y nos despertó. Lo sigue siendo hoy, cuando resultan nuevamente fuente
de inspiración para hacer lo que hace falta. Ha llegado el fin de una era. Las pruebas se acumulan todos los días. Nada
podrá impedir su conclusión. Pero adquirirá una forma apocalíptica, profundizando la inmensa destrucción natural,
social y cultural que ha estado caracterizando su agonía, a menos que seamos
capaces de resistir tal horror. Y en estas circunstancias, la única forma
válida y eficaz de resistir consiste en crear la alternativa. Nos toca hacerlo.
Cada quien en su lugar y a su manera. Necesitamos
disolver las relaciones económicas y políticas que nos atrapan en el
mundo viejo, conscientes de que la creciente dignidad de cada hombre y cada
mujer y de cada relación humana desafía necesariamente todos los sistemas
existentes. De eso se trata hoy.
Fuente: Rebelión
Imagen: EWW
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