La espera fue larga, tediosa e
incluso inquietante. Las resoluciones judiciales tienen poco de amigables, pero
los capítulos iniciales dejan el sabor de la victoria. El pasado 19 de abril,
Lidia [junto a Carlota, Gloria y Martha] ganó una sentencia en la que se
reconocía el derecho humano al agua en México, aplicando el nuevo artículo 4º
de la Constitución, que lo eleva a rango constitucional desde febrero. A miles
de kilómetros, otras muchas lidias y personas anónimas caminaron durante quince
días desde la Amazonía ecuatoriana hasta Quito bajo el lema “Marcha por la
Vida, el Agua y la Dignidad de los Pueblos”. Su lucha, aunque lejana, tiene
mucho en común con la de Lidia: la oposición a la mercantilización del agua y
la defensa del acceso universal en cantidad y calidad suficiente para la vida. Las
y los ecuatorianos avanzaron para defender, concretamente, las fuentes
primarias de agua y mostrar su disconformidad con la contaminación, la
explotación y los intentos de convertirla en un insumo económico, en este caso
a manos de la minería a cielo abierto. De momento, han forzado al gobierno y a
la Asamblea a repensar los conceptos del agua y la tierra. Habrá que ver cómo
de larga y tediosa es su espera. El agua está en la encrucijada… El agua
embotellada es, por ejemplo, la segunda o tercera mercancía que más dinero
mueve en el mundo, después del petróleo y el café. Agua para el turismo, para
el crecimiento económico, agua como mercancía, como herramienta financiera, por
un lado; y agua para la vida, para los pueblos, para la naturaleza en su más
amplia dimensión, y agua como derecho humano, en la posición opuesta. Todo en
la misma postal. El agua, por tanto, es el eje que articula cualquier política
de desarrollo, sea del signo que sea o lleve uno u otro apellido. El
desarrollismo hídrico está a la orden del día. La construcción de grandes
represas para generar electricidad y el neoextractivismo practicado en muchos
países de América Latina apuestan por una manifiesta mercantilización del agua,
obviando los problemas medioambientales y sociales que estas industrias
conllevan. Son los acontecimientos actuales los que perfilan la importancia del
“oro azul” y su peso en el panorama político, económico, social o
medioambiental. El agua es uno de los grandes retos del siglo XXI. Es pieza
clave en el cambio climático; está relacionada con el hambre, con la seguridad
y soberanía alimentaria; puede acentuar la desigualdad y en muchos casos es una
cuestión de género. Sin acceso al agua y al saneamiento no habrá desarrollo
humano, mientras que los derechos humanos se ponen en entredicho. Los ecosistemas
y la salud dependen también del agua, pero el comercio quiere convertirla en
producto, ganar dinero, lo mismo que los especuladores. Los Estados intentan
protegerla, hasta con sus ejércitos, y la ciudadanía la defiende con
vehemencia.
Fuente: Revista Pueblos
Imagen: el agua empieza a gotear
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