Contaban nuestros abuelos
que los primeros fundadores de estas tierras -allá por la década de los
años veinte del siglo pasado, después de la Revolución- solicitaron al gobierno
que les concediera espacio para sembrar sus cosechas de maíz y frijol para
mantener a sus familias. Como no tenían recursos económicos y venían sin
nada, lo primero que ocuparon fueron los terrenos que estaban junto a los
arroyos, y construyeron jacales o sombras para proteger sus familias. Entonces,
gobernaba el estado el general Ignacio Enríquez, que en esa época promovía las
colonias agrícolas como la alternativa para resolver la dotación de la
tierra en contra de la visión nacional de la creación de ejidos. Eso
llevó a que la primera decisión que tomaron nuestros abuelos fue la de ser
colonia o ejido. Después de mucho discutir, decidieron que el ejido era la
mejor opción para ellos. Eran tiempos difíciles. Acudían a la escuela, y
cuentan los mayores que iban descalzos y que entre ellos se conocían por las
huellas de los pies en la vereda. Por las huellas, podían decir: “Ya pasó
fulano; mengano aún no pasa”. Con la fiebre del oro blanco –algodón– en el
mercado mundial, se empezó a cultivar el algodón en las tierras que irrigaban
en el invierno con el agua del río que subían mediante una acequia, y que daban
riegos de auxilio para garantizar la cosecha. Se tiene que
resaltar la lucha que dieron nuestros abuelos y nuestros padres para
lograr la dotación de aguas de la presa al ejido. No fue fácil. Muchos lucharon
para garantizar a las generaciones actuales y futuras el agua del río Del
Carmen… Pero hubo recurrentes crisis con el incremento de las tasas de
intereses bancarios, la caída del precio de las cosechas, el incremento de los
insumos y los pocos apoyos gubernamentales. Hoy, nuestro ejido es pilar
importante en la lucha por el agua, por el ordenamiento de la extracción del
acuífero Flores Magón Ahumada, ante los aprovechamientos irregulares por parte
de los menonitas. También estamos en la lucha para que se impida el
aprovechamiento irregular del agua del río Del Carmen, y se permita que la
presa Las Lajas se recargue y nos garantice el agua para los siguientes ciclos
agrícolas… Así como desde hace años nuestros abuelos, padres y hermanos
mayores se han comprometido con la defensa del ejido, se requiere que hoy
continuemos con la tarea de cuidar la tierra, el agua y los recursos naturales
por los que vienen atrás. Escuchemos a los ejidatarios mayores, que
tienen la experiencia de la vida, y reconozcamos que somos una
comunidad que ha salido adelante ante los problemas. Pocos ejidos tienen
la organización, generaran economía y participan activamente por la
solución a sus demandas. Si los primeros pobladores vivieron en arroyos,
si nuestros abuelos y padres andaban descalzos y araban la tierra con mulas, desmontaron
con picos y hachas y nunca se rajaron; si los ejidatarios mayores
participaron en mejorar las condiciones del ejido, nosotros no podemos
acobardarnos, defendamos nuestra tierra, nuestra agua y nuestros
recursos, éste es el mejor tributo que les podemos brindar a
nuestros abuelos y a nuestros padres.
Colectivo en Defensa del Desierto de Chihuahua
Fuente: Desinformémonos
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