Allí, en las calles de La Habana,
inspiradoras y esencias de lo narrado, estuvo la autora del libro, Katiuska Blanco; en un trasiego que hoy
se nos antoja inocente, sudoroso, febril, como deben ser los estados que
arrastran al delirio. Suponemos incluso su terco bregar con adoquines salientes
y balcones apuntalados; y nos atrevemos a soñar, porque el título invita, que
el desandar la condujo hacia cabezas de leones que gimen con los aldabonazos e
indiscretas placas broncíneas sobre personalidades y hechos insólitos. Un libro
imaginado sobre una ciudad palpable; que incitó a que nos preguntáramos ―y a
preguntarle a Katiuska Blanco ¿hasta
dónde la realidad, y hasta dónde la ficción, en Ciudad soñada? ¿Hasta
dónde lo verídico, lo cierto, y hasta dónde los mitos populares y el fantasear
de la escritora? Las páginas perfilan habitantes pasados y caminantes de
hoy, paredes, plazas, estancias, callejuelas, balcones, aposentos y columnas,
todos tangibles aunque sea en estampa, pero con referentes impalpables como el
tiempo, las sensaciones, los pensamientos, las visiones, las leyendas, los
mitos y las fabulaciones que confluyen antes de que los párpados extenuados de
la escritora declinen, la luz penetre en la pupila, se agote en los
intersticios de la memoria y comience -en plena oscuridad dormida- el mundo de
la fantasía, cuando lo bello y lo extraño se entrelazan, lo usual y lo absurdo,
la felicidad y el dolor; entonces el tiempo se confunde: es breve, pero tiene
apariencia de largura. En el libro puede ser, por ejemplo, que una vida real se
desenvuelva en una circunstancia imaginada o que un personaje soñado narre
aconteceres ciertos. La Habana es de espuma y candil, como los versos de los
trovadores: “espuma, cresta que cuando logra ser ya no es ninguna” y candil
“candil de nieve”, algo cálido, fugaz, iluminador y quemante, inatrapable como
el agua descongelada al fuego, es decir, pura poesía, eso es La Habana. Ciudad
soñada es sendero para aproximarse no solo al cuerpo sino también al alma
de nuestra ciudad». Amo La Habana y desde hace muchos años leo historias sobre
los acontecimientos que la estremecieron, sobre las vidas que discurrieron aquí
o transcurren ahora mismo. El libro es una compilación de remembranzas,
ensoñaciones. Las calles estructuran la urbe, nos conducen a sus espacios más
abiertos y ruidosos pero también a los recónditos, íntimos y callados. Son las
venas que conducen al corazón.
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