Un lugar en el
mundo,
una barra en la que apoyarse,
un santuario civil, una fiesta,
una tregua para no derrumbarse.
Un bálsamo para las heridas
dulcemente cerradas con un buen tequila,
un oasis, una bienvenida,
el sabor que nos deja la derrota de una mala
partida.
Cuando ya no me quedan trincheras,
ni lugares donde refugiarme,
cuando la suerte es una ramera
y la tristeza mi único estandarte.
Cuando el sistema nos robe la primavera
y no se sepa dónde ni encontrarte
iré al TEMPLO DE LAS BORRACHERAS,
allí comienza este viaje...
Fuente: Cantemos como quien respira
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