¿Encontraría a la Maga? Tantas
veces me había bastado asomarme, viniendo por la rue de Seine, al arco que da
al Quai de Conti, y apenas la luz de ceniza y olivo que flota sobre el río me
dejaba distinguir las formas, ya su silueta delgada se inscribía en el Pont des
Arts, a veces andando de un lado a otro, a veces detenida en el pretil de
hierro, inclinada sobre el agua. Y era tan natural cruzar la calle, subir los
peldaños del puente, entrar en su delgada cintura y acercarme a la Maga que
sonreía sin sorpresa, convencida como yo de que un encuentro casual era lo
menos casual en nuestras vidas, y que la gente que se da citas precisas es la
misma que necesita papel rayado para escribirse o que aprieta desde abajo el
tubo de dentífrico. Pero ella no estaría ahora en el puente. Su fina cara de
translúcida piel se asomaría a viejos portales en el ghetto del Marais, quizá
estuviera charlando con una vendedora de papas fritas o comiendo una salchicha
caliente en el boulevard de Sebastopol. De todas maneras subí hasta el puente,
y la Maga no estaba. Ahora la Maga no estaba en mi camino, y aunque conocíamos
nuestros domicilios, cada hueco de nuestras dos habitaciones de falsos
estudiantes en París, cada tarjeta postal abriendo una ventanita Braque o
Ghirlandaio o Max Ernst contra las molduras baratas y los papeles chillones,
aun así no nos buscaríamos en nuestras casas. Preferíamos encontrarnos en el
puente, en la terraza de un café, en un cine-club o agachados junto a un gato
en cualquier patio del barrio latino. Andábamos sin buscarnos pero sabiendo que
andábamos para encontrarnos.
Imagen: Marc Riboud
Cierto. Aun que si buscas exclusivamente a alguien ese encuentro es fortuito.
ResponderEliminarUn abrazo
La vida nos regala encuentros EvaBSanZ... fortuitos... causales... Sólo hay que abrir las ventanas, salir a las calles y a las plazas, tender puentes, enredarnos... Bienvenida a Kamchatka, gracias por dejar huellas!
ResponderEliminarUn abrazo