Por mucho negro que crucifiquen o
cuelguen de un gancho de hierro atravesado en las costillas, son incesantes las
fugas desde las cuatrocientas plantaciones de la costa de Surinam. Selva
adentro, un león negro flamea en la bandera amarilla de los cimarrones. A falta
de balas, las armas disparan piedritas o botones de hueso; pero la espesura
impenetrable es la mejor aliada contra los colonos holandeses. Antes de escapar,
las esclavas roban granos de arroz y de
maíz, pepitas de trigo, frijoles y semillas de calabazas. Sus enormes
cabelleras hacen de graneros. Cuando llegan a los refugios abiertos en la
jungla, las mujeres sacuden sus cabezas y fecundan, así, la tierra libre.
Eduardo Galeano
Imagen: BBCMUNDO
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