Por fuera, el colegio Cerro Guayaquil, en Monte
Patria (Chile), parece un colegio normal. Pero por dentro no es como los otros.
Suena música detrás de una puerta. Dentro, un grupo de alumnos afina sus
instrumentos. Cuando estoy muy enojado, toco, cuenta Manuel mientras limpia su
trombón, y enseguida consigo que se me quite eso malo de dentro. El profesor
les pide que saquen las partituras del día anterior. Creo que la música te
ayuda mucho cuando estás mal, opina. A mí, por lo menos, me sirve para que se
me pase el estrés por las notas y me hace olvidar todos los problemas. Manuel
tiene 14 años y forma parte de la banda instrumental de la escuela. El centro,
situado en uno de los sectores más vulnerables del lugar, vio en el arte una
apuesta clave para la educación de estos jóvenes. El contexto en el que viven,
de droga, violencia y disfunción familiar, es muy complicado, explica Roberto
Newman, uno de los profesores. Pero yo tengo mucha fe en que la mayoría de
estos chicos va a cambiar su forma de ver el mundo, van a ver y sentir lo que
otros no pueden, y eso les va a convertir en personas felices y buenas. Unas
aulas más allá, otro grupo ha sacado sus lápices y van dándole color al papel
blanco que les entregó la profesora. La pintura es la manera que tenemos de
expresar nuestros sentimientos, explica Viviana, una alumna de 10 años,
mientras la maestra se va paseando por los pupitres. Cuando pintamos, le
contamos nuestros problemas al papel; y al hacerlo, los problemas desaparecen. Cuando
este colegio abrió sus puertas, hace diez años, el grado de violencia entre los
niños era muy elevado. Pero cuando comenzamos con la actividad artística, la
agresividad disminuyó de forma extraordinaria, asegura Ricardo Aguilera, profesor
de la banda escolar. Al otro lado, Ana María y Brenda se visten con una túnica
larga y verde. Es el uniforme del coro. A mí me gusta cantar porque me relaja,
cuenta una de ellas. Las dos terminan de colocarse el atuendo. Yo me siento
libre cuando canto. Y continúan hablando sobre lo que significa para ellas
cantar y pertenecer al coro de la escuela. A mí me ayuda a expresarme. A
mí, a sentirme segura. Claro, te sientes apoyada por el grupo. Sí, siento que
la música nos une. La unión, la confianza, la autoestima y el bienestar
emocional son algunos de los aspectos que el colegio trabaja desde el arte. Para
estos niños tiene más sentido venir al colegio, asegura el director. Porque
para ellos, tocar un instrumento, cantar, bailar o pintar son momentos felices.
Antonio Moreno, el coordinador artístico del colegio, concuerda con él. Y
añade: El arte favorece el desarrollo integral de una persona, por eso debería
ocupar más espacio en la educación. Porque los niños aprenden a expresar sus
sentimientos a través de la música, del dibujo, del teatro, del baile… del
arte. Y eso es lo que nos vuelve mejores personas. Sin embargo, las horas de
educación artística son cada vez menos. Los colegios nos hemos convertido en
empresas, y la educación, en un producto de consumo más; ahora necesitamos
logros que se puedan medir con números, y fabricar profesionales que sirvan al
modelo de consumo. El arte no entra en los planes que el sistema tiene para nosotros…
Y mientras, la música, la pintura, las danzas y los cantos de los niños
continúan...
Isabel Sánchez Benito
Fuente: Periodismo Humano
Imagen: Colectivo Dignidad
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