– Vamos
a ver, tío: ¿así que tú piensas que, cuando uno hace lo que quiere, lo que pasa
es que no sabe lo que quiere?, que, cuando yo y los compañeros cantamos que
viva la libertad y luchamos contra el Poder por la libertad, ¿nos hacemos
ilusiones?, ¿que no hay libertad en el mundo? – Venga, Rosa, siéntate un poco.
Fúmate este purillo, que huele a bueno. – Pero responde, tío: ¿no hay libertad?
– ¿Cómo voy a decirte eso, Rosa, si me he pasao la vida negando eso? Claro que
hay libertad. – ¿Y? – Lo malo es tenerla. – ¿Cómo? – Creer que es cosa de uno,
como las otras cosas que tiene. Tal vez es que no os alegráis con la poca que
haya. – Claro que no, tío: siempre más. – Y en eso ya se parece al dinero, ya ves
qué pena. – Ya. Y entonces, ¿dónde está?, ¿qué es? – Tú ¿no estabas estudiando
Física o algo así? – Estaba. Y ¿qué? No irás ahora a fiarte de la Ciencia, que
está al servicio del poder. – No. Pero resulta que algunos de los cuánticos han
debido de trastornarse un poco, y hasta piensan que, si uno es libre de
levantarse, o no, a tomar un vaso de agua, igual de libres hay que declarar a
los fotones, por ejemplo. – ¡Ja! O sea aplicarles a las pobres partículas la
condición humana. – Quizá al revés: que los hombres aprendan a ser algo humildes
con su libertad. – Ya: porque ésa de los fotones consiste en la incertidumbre,
¿no?, que en un punto el fotón tira a la izquierda o a derecha sin saber por
qué. – Eso; y ya lo cantaba el pobre Lucrecio: que no todo se haga por choque de
un átomo con otros ni por su propio peso: que hay algo más. – Que es… – Eso: el
no saber qué: la duda, la incertidumbre: eso es la libertad. Y si te parece
poca…
Agustín García Calvo
Fuente: Editorial Lucina
Imagen: siempre la negra
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