Las trayectorias de vida
de las mujeres son muy diferentes en distintas partes del mundo, pero
tienen algo en común (aunque los grados de intensidad varíen
mucho). Incluso en tiempos de relativo desahogo social, siguen siendo
víctimas de discriminaciones sociales, salariales, de discriminación
en el acceso a la tierra o la propiedad, víctimas de acosos sexuales
y de la violencia en el espacio doméstico y en el trabajo, del
bloqueo del acceso a la esfera pública y a la actividad política.
En tiempos de crisis, este sufrimiento injusto no sólo se mantiene,
sino que se agrava. En los países del sur global, la crisis
ecológica, del extractivismo de materias primas, alimentaria, por
ejemplo, tiene especial incidencia en las mujeres africanas,
asiáticas y latinoamericanas que tienen a su cargo la
responsabilidad de buscar agua (cada vez más lejos, más escasa y
contaminada), buena parte de las tareas agrícolas y la preparación
de los alimentos. Siempre que hay guerra, mujeres, niños y niñas
son las principales víctimas inocentes. Siempre que surgen
movimientos de resistencia, ellas están en el frente de lucha. En
los países del norte global, la reciente crisis financiera está
afectando a las mujeres de múltiples maneras, algunas poco visibles.
A menudo, sin darse cuenta, los impactos de la crisis aproximan sus
experiencias de vida a las de las mujeres del sur global. Incluso
cuando no son las primeras despedidas, las mujeres tienen que
redoblar esfuerzos trabajando en otras actividades remuneradas,
infrarremuneradas o no pagadas para mantener el presupuesto familiar
por encima de la asfixia: limpieza, costura, impartición de clases,
cocina y alimentación de terceros, cuidado de niños, actividades de
artesanía, agricultura de terraza, etc. Por otro lado, los costes
sociales y psicológicos de la crisis en el bienestar y la salud de
las familias recaen principalmente sobre las mujeres. Exigen de ellas
un esfuerzo adicional en un área de la economía que los economistas
convencionales nunca han reconocido y sin la cual las sociedades no
pueden subsistir: la economía del cuidado.Las mujeres, que soportan
un fardo desigual cuando la austeridad impuesta por el neoliberalismo
recae sobre las familias, saben bien que la solución es luchar por
otro modelo económico que elimine las causas del fardo: reducción
drástica de los presupuestos militares; reconocimiento público de
las "otras economías" orientadas por las lógicas del don,
la reciprocidad y la solidaridad, así como de las economías
consideradas informales (a pesar de que ocupan la mayor parte de la
actividad económica en muchos países), donde las mujeres tienen un
protagonismo indiscutible; servicios públicos eficientes; fiscalidad
progresiva; derechos de ciudadanía eficaces, incluyendo los derechos
sexuales y reproductivos, que liberen a las mujeres del yugo del
sexismo y del fundamentalismo religioso.
Fuente: Rebelión
Imagen: economía de los cuidados
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