Ellas cumplen esta labor en Perú desde
tiempos ancestrales, mediante una transmisión oral de sus conocimientos que
hoy, sin embargo, resultan insuficientes ante los embates de lluvias
inesperadas, heladas extremas, vientos huracanados y otros fenómenos ocasionados
por el cambio climático. “La pequeña agricultura es una de las
áreas de mayor vulnerabilidad frente al cambio climático. Las mujeres padecen
para abastecerse de agua por el incesante deshielo de los nevados y las
sequías, o pierden los cultivos por heladas e inundaciones”, afirmó Elena
Villanueva, del Programa de Desarrollo Rural del feminista Centro Flora
Tristán. La socióloga puntualizó que, si bien las productoras son
más afectadas por este contexto, también pueden desarrollar competencias para
una actuación activa y protagónica. Así lo viene constatando el centro en la
región surandina de Cusco y en la nortecostera de Piura, donde desarrolla un
proyecto sobre justicia climática y mujeres rurales. “Está demostrado
que estas semillas
son más resistentes a las plagas y enfermedades generadas por los cambios
bruscos del clima, porque en su cultivo no se han usado agroquímicos. Tienen
además capacidad para adaptarse a otros pisos ecológicos donde las mujeres
podrían continuar con su actividad agrícola”, indicó Villanueva. La producción
a pequeña escala ha contribuido a mantener la diversidad genética que
caracteriza al Perú y que se sostiene en el trabajo de miles de generaciones de
mujeres. Pero el acceso a la información y recursos técnicos es escaso y
difícil para las mujeres rurales, los esfuerzos de las organizaciones no
gubernamentales no pueden sustituir los vacíos del Estado que desaprovecha este
valioso capital humano. “Necesitamos apoyo para organizarnos y llegar a todas
las compañeras en las diferentes comunidades, las que están más arriba”,
planteó García. ”Nosotras también tenemos derecho a saber cómo cuidar
mejor las semillas. Eso pediría a las autoridades, y que nos convoquen para los
planes que deben hacer por lo del cambio del clima. Allí nosotras podemos
aportar lo que sabemos”. Propuso desarrollar estrategias que den sostenibilidad
a las habilidades y prácticas de las mujeres, crear bancos de semillas
comunales, locales, y regionales, patentar las semillas y de esta forma
garantizar su protección. ”Pero lo más importante: no es posible que ellas
tengan alternativas de adaptación ante la vulnerabilidad del agro por el cambio
climático y estén ausentes en el diseño y aplicación de políticas en todo
nivel, eso debe corregirse”. “Se
necesita brindar acompañamiento técnico y fortalecimiento organizacional a las
asociaciones de productoras, para que sus prácticas ancestrales en el cuidado
de las semillas respondan a los desafíos climáticos actuales y constituyan vías
eficaces para futuras acciones de adaptación que tengan carácter de política pública“.
Fuente: Periodismo Humano