Releo Moby Dick. Persigo la ballena
en los mares de este Madrid que sufre
la tormenta del siglo. No hay arpones
capaces de alcanzarla y de vencerla.
la tormenta del siglo. No hay arpones
capaces de alcanzarla y de vencerla.
Inútil es la caza del leviatán en esta
hora de la desolación y de la muerte.
Ahab viaja a mi lado. Y su locura
me arrastra hasta el abismo de tus ojos.
hora de la desolación y de la muerte.
Ahab viaja a mi lado. Y su locura
me arrastra hasta el abismo de tus ojos.
Me ciega la blancura de la ballena blanca,
el afán de encontrarme con la bestia.
De volver a vivir en el Pequod soñado
de tu cuerpo de espuma y de navegaciones.
el afán de encontrarme con la bestia.
De volver a vivir en el Pequod soñado
de tu cuerpo de espuma y de navegaciones.
Lo mismo que Ismael, pacientemente,
oteo el horizonte y te busco en los mares
de las calles cercanas cuando tu boca era
el naufragio de todos mis gloriosos fracasos.
oteo el horizonte y te busco en los mares
de las calles cercanas cuando tu boca era
el naufragio de todos mis gloriosos fracasos.
Y muero por gritar: “mirad: por allí sopla”.
Imagen: Manuel Cuesta
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