Vivo en una isla que surgió del
mar. Durante muchos, muchos siglos, se fue formando poco a poco gracias a explosiones volcánicas que
brotaban rugientes de la mar salada. Por eso mi isla está llena de música y
montañas. ¡Hay tantas cosas que me gustan en mi isla, que un viaje espacial de
ida y vuelta a la luna no me bastaría para enumerar cada una de sus maravillas! Bueno, supongo
que me gusta tanto porque nací y crecí, y aquí tengo mis amigos, y aprendo
muchas cosas en ella, en mi isla. Sí. Yo creo que es por eso que me gusta
tanto. Si pienso en lo que más me gusta, así, sin dudar y rápidamente, puedo
asegurar que me encantan sus sonidos. Y de esos sonidos, hoy mi nueva profesora
nos quiso hablar, y por eso esta tarde me he puesto a pensar. Mis padres tienen
su hogar en la medianía de la isla. Y quien no conozca a mi amiga Medianía se
preguntará de quién estoy hablando. Y, a ver, ¿cómo la describo? Medianía es…
bueno, no está cerca del mar pero tampoco está en las faldas de la montaña más
alta. Está aquí, a la mitad de la altura más alta de la isla, desde donde el
mar se ve allá abajo a lo lejos y el Teide se ve allá arriba tan pequeñito que
a veces me parece poder atraparlo entre mis manos. El Teide es la montaña más
alta de mi isla, y siempre la llamaron así, Teide. También entre tanto mar y
tantas montañas, viaja, volando como le place, mi amigo más querido, Alisio; el
viento y el viejo alisio. Con su juego de empujar el aire, Alisio siempre está
cantándome melodías: a mí me recuerdan a los barcos piratas que venían del
norte y del este, aunque mi madre dice que tengo mucha imaginación; será por
los libros que leo. Cuando lo echo de menos, salgo a buscarlo, y, antes de que
lo llame, viene silbando canciones jubilosas que en el pelo se me enredan…
Fuente: Aula25
Imagen: Mujer caracola
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