¿Y qué pretendía hacer él? Nada,
una ridiculez, algo muy en su estilo, algo tranquilo, inusual, que preservase
su tranquilidad. Quería escribir postales. Postales con soflamas contra el
Führer y el Partido, contra la guerra, para instruir a sus conciudadanos, eso
era todo. Y esas postales no deseaba mandarlas a personas concretas o pegarlas
en las paredes a modo de carteles, qué va, quería depositarlas en las escaleras
de edificios muy transitados, dejarlas allí abandonadas a su suerte, quedando
completamente al arbitrio del que las recogiera ser pisoteadas o rotas en el
acto… ─¿No es una nimiedad lo que pretendes, Otto? ─Sea poco o mucho, Anna ─repuso─,
como nos pillen, nos costará la cabeza… Latía una convicción tan espantosa en
esas palabras, en la oscura, insondable mirada de pájaro que el hombre le
dedicó durante ese minuto, que Anna se estremeció. Y durante un instante se
imaginó claramente el patio gris y pétreo de la cárcel, la guillotina
levantada, a la luz grisácea del alba su acero carecía de brillantez, era una
amenaza muda. […] Quangel la miraba en silencio, como si contemplase la lucha
que se libraba en su interior. Luego su mirada se aclaró… ─Pero no nos pillarán
tan fácilmente. Nosotros deseamos vivir, llegar a presenciar su caída.
¡Entonces diremos que nosotros también participamos Anna!... Le había quitado un
peso de encima, ahora también ella estaba convencida de que Otto se proponía
algo grande... Acto seguido se puso con todo detenimiento los
guantes, sacó una postal del sobre, la colocó delante de él y dedicó a Anna una
lenta inclinación de cabeza en señal de aprobación… Después tomó la pluma y
dijo en voz baja, pero con énfasis: ─La primera frase de nuestra primera postal dirá: «Madre: El Führer
ha matado a mi hijo…». Anna volvió a estremecerse. Había algo tan infausto, tan
tétrico, tan decidido en esas palabras que Otto acababa de pronunciar… En ese
instante comprendió que con esa primera frase él había declarado una guerra
eterna y comprendió también de manera confusa lo que eso significaba: guerra
entre ellos dos, unos pobres, pequeños, insignificantes trabajadores que con
una palabra podían ser borrados para siempre, y al otro lado, el Führer, el
Partido, con su enorme aparato de poder y su esplendor.
Fuente: Solo en Berlín
Imagen: Rafael Narbona
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