Desde sus seis años de altura, Carlos Manuel abraza
la cintura de su padre como si nunca se fuera a despegar. Mira el techo y
sonríe. Julián, su padre, intenta zafarse. El niño cede pero permanece junto al
padre. Irma, su hermana de unos ocho años, observa desde un rincón de la cocina
donde su madre, Esther, trabaja sobre el fogón dando vuelta las tortillas de
maíz que siguen siendo el alimento principal de las familias rurales. Los otros
tres hijos, incluyendo al mayor, Francisco, de 16, observan la escena que se
repite durante las comidas como si fuera un ritual. La cocina es el lugar de
pláticas que se esparcen tan lentas como el humo que asciende sobre los techos
de zinc. Las palabras son tan frugales y sabrosas como la comida: frijol, maíz,
café, plátanos y alguna hortaliza. Todo sembrado sin químicos, cosechado y
elaborado a mano. Criado a campo abierto el pollo tiene un sabor diferente,
como toda la comida en esta comunidad tojolabal. Cada comunidad, por pequeña
que sea, tiene una escuelita… Llegamos a la comunidad hacia medianoche, luego
de media hora a los tumbos sobre la caja de un pequeño camión. Toda la
comunidad, formada en filas de hombres, mujeres y niños con sus pasamontañas,
nos recibe puño en alto. Nos dan la bienvenida y a cada alumno le presentan la
familia donde vivirá. Julián se presenta y cuando ya todos reconocieron a su
familia, marchamos a dormir… Nos despiertan con las primeras luces para desayunar. Luego vamos a trabajar en la limpieza
del cafetal familiar, machete en mano, hasta la hora de la comida. El segundo
día tocó enlazar ganado para ser vacunado y el tercero la limpieza del cafetal
comunitario. Así cada día, combinando el trabajo con explicaciones detalladas
de la vida comunitaria. Por las tardes tocaba leer los cuatro cuadernos que
repartieron sobre Gobierno Autónomo, Resistencia Autónoma y Participación de
las Mujeres en el Gobierno Autónomo, con relatos de indígenas y autoridades.
Cada alumno podía formular las más variadas preguntas, lo que no quiere decir
que siempre fueran respondidas. Pudimos convivir con una cultura política
diferente a la que conocemos: cuando se les formula una pregunta, se miran,
dialogan en voz baja y, finalmente, uno responde por todos. Fue una experiencia
maravillosa, de aprender haciendo, compartiendo, saboreando la vida cotidiana
de pueblos que están construyendo un mundo nuevo.
Fuente: Desinformémonos
Imagen: Zapateando
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