Vinieron los conquistadores y nos
sometieron y asesinaron, pero no pudieron hacernos desaparecer porque siempre
tuvimos el maíz. Por el maíz sobrevivimos y mantuvimos los pies en nuestros
territorios. Con el maíz en el centro de nuestra resistencia pudimos mantener
nuestras lenguas, seguir escribiendo nuestras historias. Seguimos adelante como
pueblos, como familias, como trabajadores, como luchadores, como comunidad, con
nuestro autogobierno, porque teníamos y tenemos el maíz. Ahora, con la invasión
de maíz transgénico intentan un golpe mortal a nuestra existencia, un golpe que
no pudieron dar en 500 años. Desde la cotidianidad más local hasta la ecología
global; desde mantener una vida digna en la comunidad hasta contar con las
claves para enfrentar las crisis planetarias del cambio climático, el maíz, en
su enorme diversidad humana, es núcleo de posibilidades biológicas y ciencia
milenaria: el cultivo del maíz, de la milpa, es la materia y el tratado, es el
origen y el destino. Es el secreto que se abre con la voz de quienes lo
cultivan. Es corazón de la esperanza. Las más de mil 200 comunidades que nos
reconocemos en la Red en Defensa del Maíz sabemos que hacer milpa es el camino
indiscutible a la verdadera autonomía, es la ruta más certera para no pedirle a
nadie permiso para existir. Como si no bastara el hecho contundente de que
hacer milpa significa producir nuestros propios alimentos y evadirse lo más
posible del mercado, las comunidades que buscan preservar un equilibrio entre
la tierra y sus moradores, entre los suelos y el sol, entre el agua y los
árboles, y a fin de cuentas, entre los vivos y los muertos, son las que han
mantenido a resguardo los manchones de naturaleza que harían posible la
supervivencia futura de todo lo que nos mantiene con vida: cultivos, agua,
aire, pero también lenguas, pensamientos, memorias, canciones y otras
herramientas para navegar en la existencia. Así que en el norte, en la
península Maya, en el centro del país y —más importante hoy— en los sitios
donde no hay milpas (en las aulas del Yo Soy 132, en los campamentos, barrios,
colonias y asentamientos del movimiento urbano popular) gritamos con voz más
potente los argumentos contra la avalancha transgénica y en defensa de la
agricultura independiente como camino para la autonomía. Así, en la asamblea
pasada, las comunidades y organizaciones de la Red, declaramos 2013
como año de resistencia contra el maíz transgénico, y en defensa del maíz
nativo y de la vida y autonomía de los pueblos del maíz.
Verónica Villa
Fuente: Desinformémonos
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