Matilde y yo sacamos el pesado
macetón de jazmín de su casa
para ponerlo en mi balcón,
luego rozó las flores con los dedos
y se marchó camino a la clínica
para operarse a corazón abierto.
Volvió,
pero no quiso que le devolviera
el jazminero.
En el gesto de trabajar conmigo,
mano a mano, cifraba un mensaje
de despedida:
usa el tiempo para poner algo
a salvo, y que el perfume
continúe en la noche de los otros.
Imagen: ada luz márquez - hermana águila