En la
piscifactoría de Al Bahar, en Gaza, una familia palestina equipada con redes de
mango largo intenta atrapar doradas en un depósito. Se oyen gritos cuando un
niño extrae un pez, uno de la media docena que pronto será destripada y
cocinada a la parrilla en el restaurante que hay justo al lado.
La instalación
se encuentra en una pequeña elevación sobre una playa y desde ella se ve cómo rompen
las olas del Mediterráneo. Junto al restaurante y el acuario, Al Bahar presume
de un parque infantil y de que los visitantes acudan al recinto para pasar un
día diferente.
Para sus
propietarios, sin embargo, Al Bahar representa la posibilidad de algo mucho más
significativo: proporcionar a los palestinos una nueva fuente de suministro de
pescado y reducir su dependencia de las importaciones de Israel.
El sector
pesquero palestino funciona bajo restricciones muy duras. Una zona de exclusión
controlada por Israel limita el espacio en el que pueden trabajar a seis millas
(unos 11 kilómetros) de la costa gazatí. Los pescadores se arriesgan a que les
disparen, los detengan o les confisquen su pesca.
Las poblaciones
de peces en la zona son escasas y las flotas de Gaza tienen dificultades para
capturar lo suficiente para abastecer al mercado interno.
Todas las
granjas de Gaza son vulnerables a la inestabilidad que provoca el gobierno de
Hamas. Pero Haj señala que el mayor obstáculo para la expansión es la falta de
un suministro de electricidad fiable para un negocio que necesita energía 24
horas al día para oxigenar los depósitos y mantener vivos a los peces.
Es un problema que conoce muy bien otro piscicultor
de Gaza. Tras una valla en un terreno costero cercano a la ciudad meridional de
Khan Younis, Mohammed Salmi, de 21 años, cuida los depósitos de su familia.
"Mi padre trabajó 30 años en una piscifactoría en Israel", explica
Salmi. "Abrir una en Gaza era su sueño".
Mucho más pequeña que Al Bahar, la granja
gestionada por la familia Salmi perdió su primera 'cosecha' de camarones tras
un corte de electricidad en su depósito principal. Ahora prueban suerte con
faredi, un pequeño pez naranja que es más robusto que el camarón y puede
sobrevivir con solo 12 horas de electricidad al día. En cualquier caso, la familia
ha encargado paneles solares como medida de emergencia para mantener sus peces
con vida.
Como en Al Bahar, la familia planea construir un
restaurante y una gasolinera para sus clientes, que vienen de toda la Franja de
Gaza. Y al igual que en la otra piscifactoría, Sami explica que la popularidad
de la granja entre los clientes particulares hace que no haya suficiente
pescado para suministrar a los comerciantes del territorio.
De nuevo en Al Bahar, Basil Abu Sahal está
comprando dos kilos de pescado para que los coma su familia. "Es la
primera vez que vengo", explica. "Estoy probando, pero es casi el
mismo precio que pagas en el mercado". Señala que parte del atractivo
radica en que el pescado es mejor que el que se captura en los mares
contaminados de Gaza. Cocinan la dorada y Sahal se sienta a comerla con su
familia, en una mesa con vistas al mar.
Fuente:
Palestina Libre
Imagen:
KHALIL HAMRA/AP